Nada como contemplar un verdadero bar español para darse uno cuenta de que son únicos, que el tiempo va pasando y que cada vez quedan menos con este aspecto. Con su cartel luminoso de hierro negro con forma de pergamino arrugado y las letras de recortadas. (A este le falta el detalle típico de que las letras sean, además, en tipografía gótica germánica).
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Es fundamental que el suelo esté lleno de papeles (aunque haya papeleras), la tele esté siempre encendida y huela a aceite de oliva hirviendo. Sin olvidar el póster de equipo de fútbol con una alineación del año 86 al menos, un taco de papeles y facturas apiñado al lado de la caja registradora, unas barajas españolas entre una botella de anís y una de coñac. Amén de la foto aérea del pueblo de donde son los dueños, la musiquita de las máquinas tragaperras, el cartel con fotos (o dibujos) de las tapas, la iluminación tétrica pero cegadora, la pata de jamón en su soporte en la barra, que tiren bien la cerveza y que el café sea pésimo…
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Los echaremos de menos cuando nos falten.
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Porque Madrid nunca más va a volver a ser como es ahora…
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©2020 Luis Pita Moreno
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