Toda la ciudad de Madrid está llena de mercerías antiguas. En cada barrio que visito, siempre se conserva una mercería / lencería / corsetería, inmune al paso del tiempo. La gran mayoría son tiendas modestas, sin alardes innecesarios ni grandes aspavientos arquitectónicos o decorativos. Son simplemente como son y lo que puebla sus siempre abigarrados escaparates son su mejor decoración y su mejor reclamo.
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Cuando me di cuenta de que el gremio de mercero era el que invariablemente estaba representado en todos, absolutamente todos los barrios antiguos de Madrid, me puse a pensar en la razón de esta pervivencia contumaz. Esta capacidad de las mercerías de sobrevivir a crisis, cambios, gentrificaciones y trasformaciones de los barrios, era motivada por un solo y único factor: la fidelidad de sus clientas. Ellas (porque ellos no suelen ir a la mercería) han seguido confiando en su comercio de la esquina y prefiriendo el trato personal de alguien, normalmente afable y paciente, que escucha y comprende las necesidades, casi siempre sin las prisas y el anonimato de los grandes almacenes del centro.
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La Mercería Victoria fue desde el principio de mi proyecto fotográfico uno de mis comercios favoritos para aparecer en el libro que yo esperaba terminara siendo este trabajo.
Este comercio me gusta porque es la síntesis de todo esto que he dicho anteriormente: Un negocio que sigue adelante contra viento y marea, manteniendo su prosperidad y prestigio dentro del barrio, aunque este sea uno de los barrios que más han cambiado en nuestra ciudad. Su fachada es modesta pero su antiguo rótulo desgastado indica un pasado noble, lo que es indicativo de la gran fidelidad de sus clientas. Su escaparate es el paradigma del ‘mercerismo’, repleto y siempre cambiante. Donde encuentras lo más clásico al lado de un detalle de última moda, conviviendo como su clientela (señoras y jovencitas) convive.
Su dueño, con el que he hablado un par de veces, es una persona de trato amable, a quien se le ve que es un hombre paciente y cordial.
He hablado con él porque la Mercería Victoria es uno de los lugares que mas veces he visitado en busca de una fotografía satisfactoria porque esta es una foto complicada de hacer: la calle es estrechísima —lo que da problemas para que toda la fachada quepa en la imagen—. La acera de enfrente (el único sitio desde el que se puede fotografiar) tiene un ‘carga y descarga’ con horario comercial donde casi siempre hay furgones o camiones de reparto, y además la tienda tiene un enorme toldo, que cuando está bajado, tapa media fachada. Así es que el día que hice esta foto tuve la suerte de que no había coches aparcados delante y la luz era perfecta, pero estaba el toldo bajado, así es que entré en la tienda y le conté mi historia al señor mercero, para terminar haciéndole esta extraña petición: si podía subir su toldo unos minutos para que yo pudiera fotografiar su tienda. El accedió sin problemas, fue a buscar su mando a distancia y subió el toldo hasta donde yo le dije que me valía. Luego —para tener buen tiro para disparar mi cámara y conseguir esta foto— me metí literalmente en la tienda de enfrente (una tienda de discos moderna, que antes creo que era parte de la gran pescadería que había en esa esquina). Hice media docena de disparos con mi cámara y volví a la mercería para darle las gracias al señor mercero. Hablamos un buen rato, del barrio, de las tiendas que ya no están… Cuando nos despedimos me deseó suerte con mi proyecto y yo salí de allí con la satisfacción de haber conseguido una foto que me gusta, precisamente de uno de mis comercios favoritos de Madrid…
calle del Noviciado, cerca de calle de Amaniel | Mercería Victoria (2019)
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©2020 Luis Pita Moreno